Don Bernard aprendió a querer al caballo y todos los días le llevaba panelitas de leche, roscón con mucho bocadillo de guayaba y brevas maduradas en el árbol a punta de sol. El caballo se comía todas estas delicias con paciencia y luego agradecido le mostraba los dientes como si estuviera sonriendo. Don Bernard se moría de la risa y todo su desamor por Don Pipo desaparecía. Sacado de: A caballo
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